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Los países se apuntan a precios sustanciales de las emisiones

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Los líderes mundiales comenzarán a firmar el histórico acuerdo de París sobre el cambio climático hoy (el 22 de abril es el Día de la Tierra) en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York, y los países abordarán la tarea potencialmente conflictiva y difícil de fijar precios para las emisiones de gases de efecto invernadero y, sobre todo, el dióxido de carbono (CO2). Según un somero cálculo que hemos realizado, para el año 2030 la mayoría de los grandes emisores tendrán que estar cobrando como mínimo entre USD 50 y USD 100 la tonelada (en precios corrientes) si desean cumplir con el compromiso de reducir las emisiones de carbono.

No se trata de cifras insignificantes: por ejemplo, un cargo de USD 50 por tonelada de CO2 añadiría USD 0,12 centavos por litro al precio minorista de la gasolina. Y prácticamente triplicaría los precios internacionales del carbón.

Como lo señalamos ya en un blog, se reconoce ampliamente (por ejemplo en el mundo de los negocios y las finanzas) que, en promedio y a lo largo del tiempo, la mejor manera de cumplir con las promesas de reducción de las emisiones de CO2 es fijar un precio sólido y previsible a las emisiones. Y la mejor manera de llevar a la práctica esa tarifación —y a la vez crear incentivos generalizados para las inversiones en tecnología limpia— es cobrar por el contenido de carbono de los combustibles fósiles.

Como nota histórica, más de 190 países se reunieron en diciembre y se comprometieron a colaborar para poner fin al calentamiento global. También acordaron procedimientos para evaluar el avance y poner al día esos compromisos. Un compromiso típico es el recorte de aproximadamente 30% de las emisiones de gases de efecto invernadero para el año 2030 en relación con un determinado año de base.

Nivel de tarifación de las emisiones de carbono

Nuestras cifras sobre la tarifación de las emisiones de carbono surgen de los cálculos sumamente simplificados presentados en el cuadro que figura más adelante (suponiendo que la tarifación de las emisiones de carbono sea el principal instrumento de mitigación para cumplir con los compromisos de París). Es posible que no todos los países tengan que cobrar USD 100 por tonelada de carbono. Por ejemplo, los precios necesarios para que Rusia alcance las metas de emisión de carbono son más bajos que los de otros países, dado que las emisiones de Rusia ya han disminuido sustancialmente desde 1990, el año seleccionado como base.

Pero no nos engañemos respecto de lo que queda por hacer: los actuales sistemas de tarifación abarcan apenas 12% de las emisiones mundiales y los precios por lo general no llegan a USD 10 por tonelada.

¿Qué volumen de ingresos podría generar la tarifación de las emisiones de carbono? Generalmente, mucho más de 1% del PIB según el nivel de precios (véase el cuadro). Esta abundancia de ingresos permitiría, por ejemplo, recortar sustancialmente gravosos impuestos sobre el trabajo y el capital.

Carbon Pricing Table

Paso doble

¿Cómo calculamos los precios de las emisiones de carbono? Primero, proyectamos el uso de carbón, gas natural y derivados del petróleo que hará un país a falta de nuevas políticas de mitigación. Esto determina las emisiones de CO2 que se producirían si nada cambiara y depende, entre otras cosas, del aumento de los ingresos, las tendencias de la eficiencia energética y la influencia del avance tecnológico y las variaciones de precios en los tipos de combustible que se usen en el futuro. Segundo, deducimos la relación entre los precios y las emisiones de CO2 basándonos en supuestos sobre la sensibilidad del uso de combustibles a la tarifación de CO2 tomados de abundantes análisis empíricos que brindan una idea general de las respuestas que han tenido los precios de los combustibles en el pasado.

Inevitablemente, estas estimaciones de precios están rodeadas de gran incertidumbre. Por lo tanto, los países necesitarán reglas transparentes y predecibles para ajustar periódicamente la trayectoria de los precios si los sistemas energéticos siguen una evolución inesperada. Además, los precios de las emisiones deberían aplicarse de manera gradual para que las empresas y los hogares tengan tiempo de adaptarse y para limitar el riesgo de que se retire de servicio el capital actual antes del fin de su vida útil. Por ejemplo, un país que fija un precio de USD 75 por tonelada de CO2 para el año 2030 podría incrementar el precio de las emisiones USD 5 por tonelada por año a partir del año en curso.

Por interés propio

Lo bueno es que muchos países están tomando conciencia de que la tarifación de las emisiones de carbono puede servir a sus propios intereses. Los beneficios fiscales y sanitarios (gracias a una menor contaminación) pueden ser sustanciales, y eso sin tener en cuenta siquiera los beneficios para el clima mundial. Y, gracias al acuerdo de París, los gobiernos como mínimo se presionarán considerablemente entre sí para dar muestras de avances en la reducción de las emisiones de carbono, lo cual podría generar un importante ímpetu hacia la tarifación de las emisiones de carbon.